Dar al Señor el primer lugar
Cuando Dios dio a Moisés los diez mandamientos, comenzó con estas palabras, “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).
Él sabía que si hacíamos de nuestra relación con él la prioridad más alta, él bendeciría nuestras vidas y seríamos de bendición a los demás a través de nuestras relaciones interpersonales.
El problema principal de la codependencia es que viola el meollo del primer mandamiento. En una relación de codependencia, usted permite que alguien más tome el lugar que solamente Dios debe ocupar en su corazón.
¿Está permitiendo que alguien más sea su “dios”? Si ha colocado equivocadamente su dependencia en otra persona, no tendrá la paz de Dios ni paz con Dios. Pero si le da al Señor el primer lugar y vive cada día dependiendo de él, entonces podrá experimentar la paz de Dios aunque los demás no estén en paz con usted. Esa es una de las razones por las que el Señor nos dice:
“No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3)
“¿ Cómo puedo saber si estoy facilitando una persona codependiente?”
Usted está facilitando a un codependiente si está facilitando el comportamiento destructivo de otra persona e impidiendo que sufra las consecuencias dolorosas que realmente servirían para motivarla a cambiar.
- Un padre permisivo no deja que su hijo drogadicto pague las consecuencias de su vicio.
- La esposa facilitadora llama al jefe de su esposo para decirle que está enfermo cuando en realidad todavía no se le pasa la borrachera del día anterior.
Hágase la pregunta: “¿Cuántas mentiras he dicho para proteger la reputación de la persona que tiene un hábito destructivo?”
“El que dijere al malo: Justo eres, los pueblos lo maldecirán, y le detestarán las naciones”. (Proverbios 24:24)
“¿ Por qué sigo enredado en relaciones codependietes? Me pregunto si es posible librarme de ellas y ser independiente?
Cuando dos personas entablan una relación codependiente, cada uno tiene su propia historia de haberse sido abandonado o controlado. Primero, reconozca cuánto temor tiene a ser abandonado, y acepte cuánto resiente que le controlen.
Cuando su relación es intensa e inestable, llena de conflictos y caos, y con ciclos repetitivos de “regresa” y “vete lejos”, está atrapado en una montaña rusa de codependencia. Tal vez siente que no puede bajarse de esa montaña que no se detiene. Pero eso no es verdad, porque…
“Para Dios todo es posible” (Mateo 19:26)
La codependencia y las cinco etapas del desarrollo infantil
- La etapa de impotencia
Si sus padres no suplieron sus necesidades cuando era niño, quizá se ha convertido en un adulto “vacío” por dentro, como si tuviera un espacio vacío en su corazón.
- La etapa de libertad
Si sus padres no le dieron libertad al ir creciendo, quizá ahora es un adulto que manipula a los demás para satisfacer su necesidad de controlar a los demás.
- La etapa del conflicto
Si de niño no aprendió formas saludables de resolver conflictos, quizá se ha convertido en un adulto que no sabe cómo resolver los problemas que enfrenta en sus relaciones interpersonales con otros adultos.
- La etapa de independencia
Si sus padres no le dieron la afirmación que necesitaba cuando era adolescente, quizás es un adulto inseguro y con muchas carencias afectivas que depende de los demás para sentirse seguro.
- La etapa de compartir
Si en la adolescencia no tuvo un modelo saludable de ayuda mutua entre sus padres, o no tuvo ejemplos de cómo auxiliar en forma sacrificial a los demás, quizá es en un adulto centrado en sí mismo que desarrolla relaciones desiguales para adquirir un sentido de significancia.
Confronte su codependencia
- Confronte el hecho de que usted es una persona codependiente. (Santiago 5:16)
- Confronte sus “adicciones secundarias”. (Proverbios 18:15)
- Reconozca que el esfuerzo por esconder el dolor emocional de una relación codependiente le está provocando otras adicciones.
- Confronte su actual relación de codependencia. (Salmos 51:6)
- Confronte los conflictos que le ha producido la codependencia. (2 Timoteo 2:23)
- Confronte sus reacciones codependientes. (1 Pedro 3:9, 15-16)
- Confronte su necesidad y meta de edificar relaciones interpersonales maduras no codependientes. (Hebreos 6:1)
Versículo clave para memorizar
“Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”. (Gálatas 1:10)
Pasaje clave para leer y meditar
Siga el camino de las relaciones interdependientes
Cada niño inexperto tiene la capacidad de crecer hasta la madurez. ¿Por qué no pueden los adultos también llegar a la madurez? Sí, usted puede cambiar sus relaciones inmaduras por relaciones de madurez.
- Que su meta sea desarrollar una relación íntima con Dios y formar relaciones interdependientes con gente significativa en su vida. (Hebreos 10:25)
- Haga un plan para alcanzar la madurez en todas sus relaciones personales. (Santiago 1:4)
- Haga votos para ser una persona de integridad en pensamiento, palabra y conducta. (1 Pedro 1:13-15)
- Escriba una nueva descripción de trabajo. (Job 27:6)
- Mi trabajo es cuidar de mí mismo y ser responsable de mí mismo sin lastimar, castigar, atacar, vengarme o mentirme a mí mismo o a los demás.
- Hágase una promesa a sí mismo. (2 Corintios 5:17)
- Voy a deshacerme del “antiguo yo” egoísta al ir desarrollando mi “nuevo yo” Cristocéntrico.
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10)
Siga el camino de la libertad
Puede empezar su “camino a la recuperación” soltando su deseo de controlar o de cambiar a la persona a quien ama.
Reconozca que es codependiente de esa persona y opte por hacerse dependiente de Dios. (Deuteronomio 6:5)
Examine sus patrones de conducta que son producto de sus pensamientos codependientes. (Salmos 51:6)
Libérese de la mentalidad que lo impulsa a ser “súper responsable”. (Éxodo 18:17-18)
Otorgue el perdón a quienes lo han lastimado. (Colosenses 3:13)
Aprópiese de su identidad en Cristo. (2 Pedro 1:3-4)
Defina límites saludables. (Proverbios 27:12)
Cambie su enfoque emocional por uno espiritual. (Juan 16:33)
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